El martes 3 de Diciembre de 2013, el por
entonces portavoz de la Generalitat de Cataluña, Francesc Homs, manifestó
respecto a la consulta soberanista que terminó celebrándose el 9 de noviembre
de 2014, que si los partidos que la impulsaban no conseguían fijar la fecha y
la pregunta antes de que acabase 2013 el proceso saltaría por los aires.
Textualmente añadió: «La alternativa al acuerdo es el no acuerdo, que
comportaría que si no hay pregunta tampoco habrá consulta, ni proceso; entonces
todos habremos hecho un ridículo monumental».
El
ridículo. Ese es el busilis.
Desde que
el Parlamento autonómico catalán aprobó el 27 de septiembre de 2012 una
propuesta en la que se requería al nuevo Gobierno autonómico que saliese de las
elecciones regionales de 25 de noviembre de ése año, a convocar un referéndum
secesionista fundamentado en la "necesidad de que el pueblo de Cataluña
pueda determinar libre y democráticamente su futuro colectivo" para que la
Comunidad pudiese "inicar su transición nacional basada en el derecho a
decidir", los Gobiernos de la Generalitat no pueden dar marcha atrás en el
desafío sin caer en el más bochornoso de los ridículos.
¿Cómo
evitarles ser el hazmerreír?
El
Gobierno español anda empeñado en ello y para lograrlo no duda en prestarles
dinero a fondo perdido (bonita manera de prestar), en ofrecer un nuevo sistema
de financiación, en “catalanizar” España…, pero ninguna de esas medidas cumple
con lo esencial, entre otras cosas porque en el país pequeñito de allí arriba
todo esas concesiones ya las daban por hechas antes de empezar.
Para
librar al President de turno que haga el ridículo afirmando que “donde dije
digo, digo Diego”, la oligarquía nacionalista catalana necesita exhibir un
agravio. Debe sufrir una supuesta afrenta del Estado español lo bastante
efectista como para ser incorporada a su imaginario colectivo de pueblo víctima
de los españoles, aunque, por supuesto, sea absolutamente inocua.
Por eso Puigdemont y su pelotón
chiflado sueñan que Rajoy les encarcela.
Las conversaciones en la
intimidad que el Jefe del Ejecutivo y su equipo mantienen con la secta independentista supongo
que versan sobre semejante decisión:
- “Presidente, háganos
el favor de meternos en la cárcel, como a Otegi”.
- “Yo no soy juez.
Además, no me convence. A Otegi la cárcel le ha convertido en un héroe para el
independentismo”.
- “Usted verá, pero la
cuestión es sencilla: o permite que nos convirtamos en héroes populares, a
cambio de que el proceso se paralice; o tenemos que seguir convocando referéndums
para salvar nuestro honor”.
- “¿Y tener que aguantar
las manifestaciones de Amnistía Internacional y compañía solicitando la
libertad de los autodenominados "presos políticos catalanes"? Casi
prefiero que sigan ustedes camino al despeñadero”.
Y en esas estamos.
Unos que necesitan
entrar en la cárcel para ser libres y olvidarse de las CUP “et alii”, y otro
que no quiere darles el gusto aunque sepa que es lo único que puede zanjar el
llamado "proceso", pues considera, con razón, que en estas cuestiones
de política sentimental el felón que pierde, al final gana.
En cualquier caso Dº
Mariano tendría que darle el gusto a alguno y facilitar su ingreso en prisión.
Un agravio apócrifo más o menos ya da igual.
¿Pero a quién elegir de
entre los muchos y variados candidatos?
¿Puigdemont?, ¿Junqueras?
Artur Mas era el
idóneo, pero se dejó pasar la oportunidad
Con Mas no había riesgo alguno de que se convirtiese en leyenda. Como
mucho, en forajido de leyenda, vía 3% o más.
Parafraseando a un compañero de profesión de
Dº Artur, el inefable Chiquito de la Calzada, es “diplomáticamente” imposible
que el ex Honorable, el rey de las "mordidas", adquiera tal rango.
Ése parece ser Mas y los que pilotan el avión.
El ex President se siente
amortizado, un "juguete roto", el designado por las CUP para purgar ante la
opinión pública la corrupción instaurada por los Pujol y heredada por él.
Pero también conoce que disponen de una bomba y que están dispuestos a lanzarla cabalgando sobre la misma con tal de convencer al mundo que van a morir matando y que los ridículos son los
otros.
Rajoy debería evitarlo
no oponiéndose a que ingresen en prisión a la mayor brevedad.
Cuando salgan en loor de
pequeñas o gigantescas multitudes, supongo que irán al manicomio sin solución de continuidad, aunque el
santoral.cat dispondrá de nuevas estampitas.
Un precio bastante
modesto a cambio de evitar que ejerzan su dizque derecho a decidir nuestra destrucción.
twitter: @elunicparaiso