lunes, 20 de noviembre de 2017

Gran Coalición Rajoy-Puigdemont



¿Cómo es posible que el portavoz del Gobierno, señor Méndez de Vigo, dijese el 28 del pasado mes de octubre en una entrevista, que el Ejecutivo vería "con agrado" que el depuesto y fugado Puigdemont se presentase a las elecciones autonómicas catalanas del 21 de diciembre?, se vienen preguntado sin encontrar respuesta los mejores cuerpos de la élite intelectual, desde el legislador Girauta a la analista Álvarez de Toledo, pasando por el conjunto del gremio tertuliano.  

¿Cortesía?, ¿sarcasmo?, ¿en esto de la política los locos se hayan hecho ya con los mandos?

Sea como fuere, vamos a intentar probar que la razón todavía dirige los destinos del país, aunque sea a duras penas. 

Para ello es necesario que traigamos una breve frase de Aron, aunque un poco del sabio francés es muchísimo.

Decía así: "salvar a un enemigo cuando no se está seguro del aliado ha sido siempre muestra de una honorable sabiduría maquiaveliana".

Raymond Aron, amigo de Alemania por encima de las vicisitudes políticas, escribió la anterior sentencia en un volumen de 1951 titulado "Les guerres en chaîne".  (Ver página 397 de sus "Memorias", RBA).

La máxima de experiencia, casi perdida en un libro de más de mil páginas, venía al caso por concurrir dos situaciones posbélicas contradictoriamente diabólicas: la voluntad de los aliados de destruir Alemania una vez derrotada, y las consecuencias para Europa de la alianza con la URSS luego de finalizada la guerra.    

Aron pudo llegar a ver la ratificación de su máxima, pues Europa tuvo que salvar a su eterno enemigo (Alemania) para, entre otras cosas, sobrevivir a su reciente aliado (la URSS).

¿Alguien duda hoy que Europa acertó en los años 40 del siglo pasado salvando a la Alemania postrada y no aceptando el "abrazo del oso" soviético?

¿La Historia no ha demostrado que socorriendo a su vecino alemán, Europa se ayudó a sí misma?

Pues bien, la sabiduría concentrada en el apotegma de Aron explica por sí sola que Rajoy quiera en la Generalitat a su enemigo Puigdemont por la simple razón de que no se fía de su aliado Pedro Sánchez. 

Sánchez en Cataluña es Iceta (PSC), Iceta es el referéndum por la independencia, y el referéndum por la independencia exige, como primer paso, liquidar a Rajoy y lo que queda del PP para colocar a Pedro Sánchez en la Moncloa.

O lo que es igual, pero al revés, sin Pedro Sánchez en la Moncloa no habrá ni siquiera posibilidad teórica de un plebiscito, y sin plebiscito (o algo similar) no se repetirá un tripartito en Cataluña.

Rajoy quizás sea escéptico respecto a que Sánchez cuente con el respaldo de su partido para convocar el referendo que pueda prometer a sus socios catalanes. 

Sin embargo, no tiene dudas de que un Govern de Podemos, Iceta y ERC sólo es posible previo pacto de otra moción de censura signada por el PSOE en el Congreso de los Diputados, que abra la puerta del Gobierno de España a Pedro Sánchez, si no para celebrar el referéndum, al menos para satisfacer las venganzas pendientes contra Rajoy.   

Sea por h, sea por b, el PP sabe que no puede contar a partir del 22 de diciembre con el que ha sido su aliado contra el enemigo indepe, esto es, el PSC-PSOE. 

Lo que inexorablemente significa que tiene que salvar a Puigdemont para librarse de su hasta ahora amigo Sánchez, pues siempre será preferible tener como interlocutor a un enemigo moribundo, sometido a la amenaza cierta del presidio y de la reinstauración del 155; que soportar a un aliado exigente cuyo objetivo último es liquidarte.

¿No puede ser la señora Arrimadas la nueva Honorable? -se preguntarán-. 

La magnífica Inés puede ser lo que quiera, pero es muy pequeña la posibilidad de un bloque constitucionalista porque en las presentes circunstancias no tendría apoyos suficientes, dado que esa coalición exigiría la mezcla imposible del aceite de Podemos y el agua de Ciudadanos. 

Por tanto, las dos únicas alternativas con posibilidad de gobernar son los independentistas puros, pero políticamente neutralizados (Puigdemont y las CUP), y un tripartito malavenido entre la rama catalana de Podemos, PSC (con los restos de Unió) y ERC, cuyo pegamento sería la muerte política de Rajoy y del PP. 

Y ante esa disyuntiva, la opción menos mala para el Presidente del Gobierno ya no es un tripartito independentista vergonzante, que presumiría de haber aislado a los radicales pirómanos de Puigdemont, Fachin y las CUP, pero que estaría dispuesto a convocar una consulta por la independencia y pasar por la quilla a Rajoy; sino un Govern netamente sedicioso atado de pies y manos, esto es, un Gobierno Puigdemont.

¿Quién le iba a decir al exiliado en Bruselas que su chifladura le iba a convertir en el mejor aliado de Rajoy?

Pues Raymond Aron, si le hubiera leído.

No debe mesarse el ex President su asombrosa cabellera en señal de disgusto por no haberlo hecho. Grandes de la patria como el hacedor de leyes Girauta y la fina opinadora Álvarez de Toledo tampoco lo hicieron.

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sábado, 18 de noviembre de 2017

Pedro Sánchez y su chivo expiatorio


        La teoría mimética, obra del inclasificable René Girard (Aviñón 1923-Stanford 2015), nos sirve para entender el modo de relación entre los partidos políticos españoles derivado del sistema electoral proporcional.
 
        El más depurado representante del mimetismo es el actual Secretario General del PSOE.
        Su estrategia consiste en simpatizar con cualquier segmento político (de centro, nacionalista o de izquierdas), que a cada momento le convenga hasta confundirse con él..., excepto con uno, que cumple la función de chivo expiatorio.

        A luz de la mímesis, el supuestamente moderno Sánchez aparece como un arquetipo precristiano, un seguidor del pensamiento arcaico, en tanto aspirante a ver cumplido su deseo de gobernar una sociedad infeliz por el drástico método de sacrificar a un único culpable. 

        Además, en toda situación donde muchos sujetos deseosos de alcanzar el Poder luchan en competencia por la posesión del objeto anhelado, la solución más fácil al problema del "todos contra todos" siempre ha sido el "todos contra uno".  

        Ésta es la idea que subyace en los eslóganes "cordón sanitario" contra el PP, o el intento de Sánchez de contar  con los apoyos de Podemos (de C´s y de los nacionalistas también) para "echar a Rajoy de la Moncloa".

        El Partido Popular y su Presidente son el chivo expiatorio con el que se pretende eliminar la "crisis mimética" que surge en la sociedad civil con la crisis económica, y en la sociedad política con la batalla por la conquista del voto de izquierdas entre Podemos y el PSOE, pues al desear lo mismo están obligados a luchar entre sí y a imitarse mutuamente con el fin de conseguir lo que el otro tiene (bienes, reconocimiento o votos) en una guerra sin cuartel. 

        Como recalca el profesor Domingo González Hernández ("René Girard, maestro cristiano de la sospecha", Colección Persona, nº 56), no hay deseo sin imitación ni imitación sin deseo.

        De esa "crisis mimética" resultado del enfrentamiento  por las mismas cosas (el Poder en un caso, el ascenso social o el prestigio siempre), la fórmula elegida por Sánchez para salir del atolladero consiste en la elección de un chivo expiatorio que concentra la responsabilidad del Mal, y que por supuesto es externo a la relación conflictiva entre todo el espectro de la izquierda (desde el centro izquierda a la extrema izquierda). 

        Poco importa que sea irracional focalizar en un único culpable las causas del malestar social que pervive después de que haya terminado la "crisis mimética", pues lo cierto es que Rajoy o el PP ya no son vistos como entidades físicas o jurídicas que producen acciones susceptibles de ser valoradas, sino que representan un mito útil en la causa por la superación del conflicto entre los partidos de la oposición en su lucha por el Poder y la crisis económica que amenaza inestabilidad.  

       
        Así, la figura del chivo expiatorio culmina con la conversión del teórico culpable en víctima y con el encubrimiento del crimen.

        Cuando hablo de víctima no se trata aquí de defender a Rajoy de las sospechas bien fundadas de ser el dirigente de un partido corrupto, entre otras cosas porque el mismo procedimiento de creación de una víctima propiciatoria es utilizado por la derecha cuando la izquierda está en el Poder ("¡váyase señor González!").
        Sólo se trata de demostrar que la construcción del chivo expiatorio cristaliza todas las imágenes de odio y rencor que el electorado pueda imaginar con el fin cierto no de mejorar la gestión del país, sino para galvanizar un problema entre partidos y relajar las tensiones de un momento histórico que amenaza quiebra.

        El presunto autor de varios delitos o el supuesto mal gobernante es utilizado como chivo expiatorio, y desde entonces se convierte en víctima que debe ser sacrificada en aras de la estabilidad de una situación política, aunque las causas reales que han provocado la crisis del país sigan intactas con el sacrificio del designado como culpable.

        Por eso, la transformación del chivo expiatorio en víctima debe ocultarse para que aquél cumpla con eficacia su papel de bálsamo de la "crisis mimética", pues si los verdugos saliesen a la luz quedaría descubierta la mentira que todo chivo expiatorio representa, esto es, la de ser el único responsable del conflicto. 

        Por ello son imprescindibles las ideologías y los medios de comunicación que las difunden, encargados de crear lo que René Girard llama la "causalidad diabólica": arbitrariedad y necesidad.
        La arbitraria ideología racionaliza la necesidad del designado como chivo expiatorio. Es la posverdad.

        ¿Pero cómo se puede prescindir de la víctima propiciatoria?

        Del mito arcaico que encierra el chivo expiatorio se salió gracias a la Revelación cristiana: Jesús revela la inocencia de la víctima.

        En política la Revelación coincide con el surgimiento del líder que toma partido por las víctimas y contra la multitud, siempre deseosa del chivo expiatorio que le salve.
        Es lo que en términos contemporáneos llamaríamos "hombre de Estado" o patriota.
        El hombre de Estado niega al político de partido que se agota en un activismo que necesita a la víctima propiciatoria como único paliativo al conflicto social.

        El rechazo del patriota a la "causalidad mágica", a la posverdad, le permite conocer la naturaleza de las cosas, devolviendo a los ciudadanos a los que dirige el sentido de la realidad, que exige como primera condición la responsabilidad de cada uno.  

        Al hombre de Estado se le reconoce porque en la plaza pública grita: "¡el que esté libre de culpa que tire la primera piedra!".
        Y él no la tira.
        De esta forma evita designar a la víctima y provocar la imitación de sus seguidores. Es decir, neutraliza la resolución fraudulenta de una "crisis mimética".

        Hemos empezado por Pedro Sánchez y debemos terminar con él.

        ¿Por qué desaprovechó la oportunidad de continuar convirtiendo a Rajoy en el chivo expiatorio tirando contra él la primera piedra? ¿Por qué escapó a la espiral de crear una víctima propiciatoria para explicar el fracaso catalán, cuando no deja de utilizarla en toda España desde su puesto de Secretario General? ¿Se ha convertido en un patriota, en un hombre de Estado?

        Caben varias interpretaciones.

        Una de ellas es que ha surgido un segundo chivo expiatorio, Puigdemont, que niega al elegido por Sánchez.

        Otra reside en que, después de oír las críticas de Guerra y González a su inconsistencia política en Cataluña, quizás tema convertirse él mismo en el chivo expiatorio de la inacabada guerra civil de su partido.

        La más probable es que haya intuido que el caso catalán ha liquidado a Podemos como rival, y ha salvado a la que parecía moribunda situación política resultante de la Transición, que ahora amenaza con prorrogarse otros cuarenta años, lo que convierte en innecesario a un chivo expiatorio que ayude a la estabilidad política del país.

        Quizás Rajoy le ha ofrecido la vicepresidencia de una Gran Coalición a la que inevitablemente se dirige el país.

        Seguramente un poco de todo hay en el táctico  cambio de Sánchez.

        Desde luego no considero que un meditado intento por convertirse en hombre de Estado haya jugado ningún papel. 


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