miércoles, 28 de octubre de 2015

Allende resucita en Barcelona como farsa


Andan mis compatriotas soliviantados por la que dicen inactividad del Gobierno respecto al  llamado golpe de Estado de la falange racista catalana.

Luego de la propuesta de resolución de independencia presentada por las CUP y Junts pel Sí en el Parlamento de Cataluña la ansiedad empieza a surgir.

¿Hay razones?

Si las hay no debería ser por la supuesta dejadez de funciones del Gobierno.

Es obvio que la culpa de lo que ocurre la tiene el actual Gabinete y todos los habidos desde que se promulgó la vigente Constitución.

Pero también estoy seguro que el Estado actuará para neutralizar a los facciosos por una cuestión de supervivencia.

Por tanto, el fin de la película no es el problema, pues la derrota de los amotinados está más que cantada.

La única incógnita de la ecuación es saber cómo se desarrollará la farsa.

Si su desenlace no admite dudas, los intérpretes y el escenario tampoco.

Los protagonistas son los que nadie esperaba, y sin embargo, sólo podían ser ellos, esto es, los exaltados.

El juguete roto Mas ha desaparecido.

Después de las últimas elecciones autonómicas donde la lista del hasta ayer partisano jefe Artur http://elunicoparaisoeselfiscal.blogspot.com.es/2015/07/el-partisano-mas.html no obtuvo mayoría absoluta, la opinión publicada se devanaba los sesos pensando qué haría para lograr el apoyo de las CUP a su investidura.

Es obvio que las CUP se han reído del corrupto Mas durante varias semanas, pues los antisistema jamás estuvieron dispuestos a delegar la dirección del proceso en un Presidente de la Generalitat.  

Esto nos da pie para introducir el escenario.  

La farsa tendrá lugar en el Parlament convertido en un soviet.

La propuesta de resolución de independencia se resume en seis palabras: todo el poder para el soviet.

Si contamos con los protagonistas (las CUP y los compañeros de viaje de Junts pel Sí), con el escenario (el soviet-Parlament) y sabemos el desenlace (el fracaso del golpe de Estado), todo se reduce a lo siguiente: cómo desactivar un soviet en el s. XXI en un país de la Unión Europea.

El objetivo de quien ostente la dirección intelectual de las CUP no es la quimérica independencia de Cataluña, sino convertir el Parlament en el Palacio de la Moneda del Chile de Allende.

Cuando vi ayer la rueda de prensa de tres parlamentarios autonómicos de las CUP balbuceando los motivos (?) por los que habían presentado la propuesta de resolución de independencia no tuve la menor duda: el jefe de la banda (ignoro si es Fernández o Baños) cifra su victoria personal en el martirologio de los suyos, pobres diablos que no saben, políticamente hablando, ni dónde tienen la mano derecha.

La posibilidad de resucitar a Salvador Allende en el Parlament de Cataluña más de cuarenta años después de su muerte, resulta una oportunidad única de pasar a la historia con otra gigantesca derrota que una célula fanática de izquierdas no desaprovechará.

En realidad el problema del Estado se reduce a esto: cómo liquidar el soviet-Parlament con el menor coste.

Naturalmente los ocupantes no lo desalojarán de forma voluntaria y cada día que estén dentro será un triunfo para ellos.

Además, cuanto más tiempo dure la farsa más apoyos exteriores recibirán.

Ya estoy viendo manifestaciones convocadas en la capital del Reino, incluso en París y en Londres, en apoyo a los amotinados en el Parlament.

Si en Moncloa residiese Putin, el hombre que usa la fuerza como primer recurso, ni siquiera me habría molestado en escribir el presente artículo.

Sin embargo, ¿está dispuesto Mariano Rajoy a acabar con el soviet en brevísimo plazo?, ¿tendrá el valor de sacar uno a uno a los golpistas?, ¿asumirá la responsabilidad de romper la decoración del soviet-Parlament y que luego le denuncien los sediciosos y sus amigos en los Tribunales españoles e internacionales?

Mientras los españoles viven en un ¡ay! por si un pelotón enajenado rompe el país, al Presidente del Gobierno, que conoce el final, sólo le preocupa una cosa: cómo vaciar el soviet-Parlament.

Marx dejó dicho que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa.


¡Quién nos iba a decir que tendríamos que contemplar la farsa, la patética farsa de ver la reaparición de Salvador Allende en Barcelona!

@elunicparaiso

domingo, 18 de octubre de 2015

Zelig y la Zona Zero (II)


Habíamos dejado el artículo anterior considerando la reforma constitucional como un punto zero, las vitales píldoras de energía existentes en el universo ficticio de "Stargate", https://es.wikipedia.org/wiki/ZPM  en tanto en cuanto activan sistemas esenciales para la vida humana. 

¿Necesita España un punto zero?

Los puntos zero cumplen con la segunda ley de la termodinámica, esto es, la cantidad de desorden del universo tiende a incrementarse en el tiempo. Es decir, los puntos zero se agotan en su punto de máxima entropía y no pueden recargarse, por lo que devienen en objetos inútiles.  

La Constitución Española de 1978, dice el PSOE, fue en su día un punto zero, pero parece que ya ha dejado de serlo, lo que la convierte en inservible. 

Si la Carta Magna exangüe constituyó en su momento una energía esencial que galvanizó a España para que no se oxidara, proclamemos otra, ahora que la roña nos invade -piensa Zelig Sánchez-.

Lo que no debe olvidar el líder del PSOE y sus colaboradores  es que los puntos zero pueden ser terriblemente destructores si no se saben usar.

Llegados hasta aquí, vitaminados con la presunta energía del proceso constituyente, existen dos palabras que nos ayudarán a continuar.

Conciencia y elocuencia.

La conciencia es la convicción generalizada que el actual régimen o situación política terminó porque el desorden reina. Pero también la certeza de que debemos hacer tabla rasa, borrón y cuenta nueva, alcanzar lo que llamo la Zona Zero.

La elocuencia es lo que nos falta, pues si la Zona Zero es el destino, cómo explicarlo, quién será capaz de demostrar su inevitabilidad.

Podría hacerse mediante un acto unilateral de una persona dotada de toda la legitimidad, a la manera en que el general De Gaulle proclamó la V República Francesa.

No, en España no hay generales ni se les espera. Ni tampoco individuos o movimientos que atesoren suficiente legitimidad. "Podemos" la tuvo. Pero el supino analfabetismo político de sus líderes fue incapaz de convertir su "auctoritas" en"potestas".

Aquí se pondrá el contador a cero por el expediente de formalizar y santificar otra Constitución.  
Ésta, de forma premeditada o por la fuerza de los hechos y los intereses, contemplará dos partes indisolubles con dos caras: la A y la B. Y ya sabemos en España que la B es la que importa.

La primera, que no me interesa hoy, supondrá el cambio de orden institucional.

La segunda será una Ley de Punto Final, una Ley de Justicia Transicional que dará carpetazo a los procedimientos judiciales en curso y a los por venir, ERES y Gurtel, Púnica y Pujol, S.L., caso Infanta y familia...

¿Es inevitable pasar página?

Sí, por una sencilla razón: porque gobernará, con algunas excepciones, la misma oligarquía cuyos miembros (una parte) serán liberados de sus responsabilidades penales. 

No deberían indignarse por ello, pues se trata de una cuestión que está ínsita en la naturaleza de las cosas.

¿Acaso se enojan cuando diluvia?

Pues que otra clase política extraída de la actual vuelva a dirigir el país es tan evidente como la lluvia en otoño.

¿Entonces para qué cambiar si todo va a seguir igual? -me preguntarán-.

Por la misma razón por la que todos los días se ducha al levantarse aunque a las pocas horas ya esté sucio: pura higiene.

Ahora bien, esta seguridad de que la necesaria limpieza no nos libra de la mugre, pues sólo la desplaza momentáneamente de sitio hasta que vuelve a aparecer, es lo que exigirá olvidar en aras de la estabilidad política.

Acudamos a la historia más reciente de Italia para entender el porqué.

La Italia pos "Mani Pulite", el proceso de regeneración política del país transalpino, llevó al poder a Berlusconi.

Paradójicamente, después de un proceso que tenía como objetivo limpiar la corrupción se alzó con el poder, por supuesto de forma democrática, el gran corruptor, el corruptor a la enésima potencia.

¿Quién pensó que a "Mani Pulite" le seguiría Dº Silvio, ex "el Cavaliere"?
Salvo algunos ciudadanos aficionados a la lectura de Robert Michels, nadie.

La consecuencia de pensar que el nuevo periodo tendría que ser realmente nuevo y sin mácula, que la limpieza sería definitiva, fue la persecución penal del tres veces Presidente del Consejo de Ministros entre 1994 y 2011, lo que hizo tambalear y condujo al descrédito al sistema de gobierno que surgió luego de las exequias del Partido Socialista de Craxi y la Democracia Cristina de Andreotti.

De hecho, desde los primeros años noventa del siglo pasado hasta 2013 con la condena por fraude fiscal de Berlusconi, Italia vivió en un ¡ay!

¡Veinte años de zozobra política que hizo necesario hasta un Gobierno de técnicos presidido por Monti e impuesto por Bruselas, para sostener la República y conseguir una triste pena de prisión de cuatro años para el septuagenario "Papi" por delito fiscal!

¿No es suficiente el ejemplo de lo ocurrido en Italia para demostrar que sin una ley de impunidad la regeneración prolongará el padecimiento, pues la cara A de la nueva Constitución quedará congelada mientras el país mire al pasado de sus nuevos-viejos gobernantes?

Sí, Pedro "Zelig" Sánchez quiere reformar la Constitución, pero lo que no se imagina es que éste punto zero trae debajo del brazo, casi de matute, un proceso destructor que pondrá fin a la llamada Transición pero no con el clásico "The end", sino con el casi rosselliniano "España, Zona Zero", que viene a significar en gramática parda ¡todos a la calle!  

¡Políticos a la zona de salida!

¡El show debe continuar!


twitter: @elunicparaiso



domingo, 11 de octubre de 2015

Zelig y la Zona Zero (I)

Si Magritte pintó una pipa y tituló el cuadro "Esto no es una pipa", yo me atrevo a decir que Pedro Sánchez no es Pedro Sánchez, sino Leonard Zelig, el protagonista de la película del mismo nombre creada por Woody Allen.  

El signo distintivo de Zelig era su potencial camaleónico, esto es, si visitaba a un chino se convertía "ipso facto" en más chino que el propio oriental, y si frecuentaba a un negro se volvía afroamericano en un abrir y cerrar de ojos.

Sánchez tiene esa mágica característica de simpatizar con el ecosistema político que cada día toque, hasta el punto de convertirse en uno más de la grey local.  

Es un honorable catalán en Cataluña, vasco vasco en el País Vasco, el izquierdista que no se atreve a condenar el chavismo cuando se acerca a Podemos, el centro central si tiene que hablar de C´s y el españolazo con la bandera más grande cuando es menester.

Pedro "Zelig" Sánchez es todo y todos, incluso su propio yo, Pedro Sánchez socialista o socialdemócrata, aunque éste papel le represente de manera esporádica y con creciente disgusto por lo rutinario de los guiones.   

De la misma forma que por distintas vicisitudes Leonard Zelig recupera por un momento su identidad y deja de mimetizarse con el medio, Pedro Sánchez asume su auténtica personalidad en breves lapsus temporales que suelen coincidir con el trance en que tiene que poner orden en su partido.
Ahí Sánchez demuestra lo que es, un auténtico socialista, ¿pues acaso hay algo más socialista que las purgas entre su militancia?  

Si queremos ser sinceros, Sánchez ejerce de socialista no sólo cuando depura a los camaradas, sino también cuando quiere poner distancia con su hermano oligarca, el Partido Popular.

Y es que si para Leonard Zelig es el amor el que rescata su personalidad, en política nada como la enemistad de los suyos o de los otros para devolver al político al mundo real.

No obstante, esas ordalías sectarias son una pesada carga para Sánchez, no tanto porque alguna vez fue compañero de viaje de los socialistas represaliados, ni porque los proclamados enemigos ideológicos del PP sean en realidad socios de un exitoso sindicato de intereses; sino porque la responsabilidad de asumir que es Secretario General del aburrido, viejo y corrupto Partido Socialista Obrero Español resulta un fardo demasiado oneroso para un hombre que aspira a caerle simpático a un país entero. 

Evidentemente no. Nuestro hombre sólo concibe un plan: olvidarse de Pedro Sánchez y retornar a Pedro Zelig. 
   
¿Pero cómo lograrlo? ¿De qué manera consigue, sin provocar demasiada hilaridad, entender los lunes el ignoto hecho diferencial catalán, los martes aparecer como el socio privilegiado del PNV, los miércoles lucir la coleta de la extrema izquierda, los jueves interiorizar los principios del centro progresista y los viernes, sábados y domingos enfundarse la enseña nacional?

La respuesta está a la altura del pedestre Sánchez: sacando a colación la reforma constitucional a todas horas.
  
La enmienda de la Carta Magna es el disfraz multiusos que le faculta para mimetizarse con sus enemigos declarados.   

Lo que no sabe Zelig Sánchez, el socialista que vive camuflándose porque lamenta tener que serlo, es que su reforma constitucional depara un efecto quizás no previsto por él y los suyos: será un catalizador desconcertante, la fuente de energía del universo ficticio de Stargate, el medio imprescindible para que España logre alcanzar un estado que definiré como la Zona Zero.

Si no se imaginan el significado político de esta Zona Zero tendrán que esperar al próximo artículo de la serie. 

@elunicparaiso